Lic. Luciana V. Merkt. Psicóloga UBA. Miembro del Consejo Directivo, ex responsable de la Comisión de Patologías del Consumo y Coordinadora del Área audiovisual de la Secretaría de Extensión Cultural del Colegio de Psicólogos Distrito XII Quilmes. Psicóloga de planta de la Municipalidad de Quilmes.
MAIL: lucianamerkt@gmail.com
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PARA PENSAR...
nO DEJEMOS QUE LA TECNOLOGÍA INVADA NUESTRA MESA.
lOS CHICOS VEN, LOS CHICOS HACEN.
PARA AMPLIAR...
¿En qué contexto social se puede pensar el fenómeno del consumo de drogas?
Hoy en día, asistimos a una época caracterizada por conformar una “cultura del todo”: La función de las instituciones (Familia, Escuela, Estado, etc.) se encuentran desdibujadas, los límites son rebasados y los ideales parecen haber caído, a la vez que impera la ley del mercado, la cual conduce a los sujetos a consumir “sin medida”, todo lo cual genera un desborde que condiciona los vínculos de los sujetos entre sí. No hay otra Ley más que el imperativo: “Consuma, ya”. La satisfacción pasó a ser un deber. La situación actual está estructurada en base a una abundancia desproporcionada (de objetos, de alcohol, drogas, juego, tecnología, etc.) y los niños y adolescentes no se encuentran por fuera de ello.
Hoy en día, asistimos a una época caracterizada por conformar una “cultura del todo”: La función de las instituciones (Familia, Escuela, Estado, etc.) se encuentran desdibujadas, los límites son rebasados y los ideales parecen haber caído, a la vez que impera la ley del mercado, la cual conduce a los sujetos a consumir “sin medida”, todo lo cual genera un desborde que condiciona los vínculos de los sujetos entre sí. No hay otra Ley más que el imperativo: “Consuma, ya”. La satisfacción pasó a ser un deber. La situación actual está estructurada en base a una abundancia desproporcionada (de objetos, de alcohol, drogas, juego, tecnología, etc.) y los niños y adolescentes no se encuentran por fuera de ello.
¿Cómo pueden pensarse las adicciones en la niñez? En los niños, la dependencia de la tecnología (tablets, celulares, videojuegos, televisión) puede llegar a ser bastante frecuente. Los artículos tecnológicos son empleados por los padres para mantener a los niños tranquilos y callados desde pequeños. Esta situación puede generar que esos niños o niñas pierdan la posibilidad de jugar, en el sentido del juego simbólico, aquel que estimula la creatividad como medio para canalizar angustias y para desarrollar la actividad social con otros niños. En casos más extremos, pueden aparecer las adicciones a sustancias como el alcohol y las drogas desde muy corta edad, especialmente en aquellos niños que no cuentan con la contención de sus padres o son protagonistas de situaciones de maltrato o de violencia familiar. Una de las características de la sociedad actual es la angustia porque falta la falta. “No les falta nada, tienen de todo”, dicen los padres, pero abundan la consultas profesionales por diferentes problemáticas en niños y adolescentes, hasta llegar. muchas veces, a la prescripción de psicofármacos a corta edad. Niños deprimidos, apáticos; adolescentes con ideas de suicidio, agresividad y desorientación son frecuentes en los diferentes dispositivos de atención en salud mental. |
¿Cómo repercute la tecnología en los niños?
En los niños, el juego simbólico queda sustituido por la playstation u otros videojuegos a través de los cuales el niño se adentra en una realidad virtual que no se corresponde con la realidad compartida en sociedad. Los padres consideran que el niño, al encontrarse callado y entretenido, no genera ningún tipo de disrupción en la familia, pero se genera el peligro de que, en un extremo, ese niño puede llegar a un retraimiento o aislamiento social que afecte sus chances de crear vínculos con otros reales, tenga un rendimiento escolar bajo o problemas de comunicación. Esto no significa que los videojuegos sean nocivos; por el contrario, es el uso que se hace de ellos lo que se vuelve determinante. El consumo de determinado objeto no constituye una adicción; la adicción se instala cuando ese objeto se convierte en el único objeto de satisfacción en detrimento de todos los demás.
Este tipo de adicción también se observa en los adolescentes: Adictos a internet, al chat, al celular, a los juegos en línea, la paradoja de la universalización del objeto es la soledad del sujeto. Allí donde todo parece estar conectado, en forma múltiple e instantánea, lo que predomina es el aislamiento y la soledad.
En los niños, el juego simbólico queda sustituido por la playstation u otros videojuegos a través de los cuales el niño se adentra en una realidad virtual que no se corresponde con la realidad compartida en sociedad. Los padres consideran que el niño, al encontrarse callado y entretenido, no genera ningún tipo de disrupción en la familia, pero se genera el peligro de que, en un extremo, ese niño puede llegar a un retraimiento o aislamiento social que afecte sus chances de crear vínculos con otros reales, tenga un rendimiento escolar bajo o problemas de comunicación. Esto no significa que los videojuegos sean nocivos; por el contrario, es el uso que se hace de ellos lo que se vuelve determinante. El consumo de determinado objeto no constituye una adicción; la adicción se instala cuando ese objeto se convierte en el único objeto de satisfacción en detrimento de todos los demás.
Este tipo de adicción también se observa en los adolescentes: Adictos a internet, al chat, al celular, a los juegos en línea, la paradoja de la universalización del objeto es la soledad del sujeto. Allí donde todo parece estar conectado, en forma múltiple e instantánea, lo que predomina es el aislamiento y la soledad.
¿Cuáles son las características de la adolescencia?
“Adolescer” es hacer un duelo (por su vida y su cuerpo de niño), el adolescente abandona su infancia (en donde vivía cómoda y placenteramente, dependiendo de sus padres idealizados, quienes satisfacían todas sus necesidades) para pasar poco a poco al mundo de la adultez, en el cual deberá vérselas con la frustración de su intención de satisfacción inmediata. Adolescer implica confrontarse a que los padres ya no son omnipotentes e ideales; los padres de la infancia deberán caer paulatinamente para que los padres reales puedan aparecer. Y, en el medio de todo este proceso, aparece como elemento fundamental la rebeldía a la autoridad y la confrontación.
“Adolescer” es hacer un duelo (por su vida y su cuerpo de niño), el adolescente abandona su infancia (en donde vivía cómoda y placenteramente, dependiendo de sus padres idealizados, quienes satisfacían todas sus necesidades) para pasar poco a poco al mundo de la adultez, en el cual deberá vérselas con la frustración de su intención de satisfacción inmediata. Adolescer implica confrontarse a que los padres ya no son omnipotentes e ideales; los padres de la infancia deberán caer paulatinamente para que los padres reales puedan aparecer. Y, en el medio de todo este proceso, aparece como elemento fundamental la rebeldía a la autoridad y la confrontación.

¿Cuál es el rol de los padres frente a la rebeldía adolescente?
Los jóvenes intentan ser cada vez más independientes, a la vez que reclaman el apoyo y afecto de sus padres. En el acto de confrontarlos, el adolescente reclama su presencia y busca un límite a sus actos, un organizador, un elemento de orientación.
El entorno familiar debería colaborar con su fortalecimiento. Cuando un adolescente no recibe un límite, una prohibición, cuando todo está permitido, casi desde un lugar de hedonismo, muchas veces el límite se busca en sustancias de consumo. El objeto del consumo (droga, alcohol, internet) ocupa ese lugar de la prohibición faltante, dado que es interpretada por el adolescente como falta de amor. Allí donde haya un adolescente que confronte deberán existir padres que respondan a ese enfrentamiento, organizando el caos de sensaciones corporales y psíquicas que lo inundan. Los jóvenes tienen que vérselas con su sexualidad, con la droga, con su propio cuerpo que cambia. ¿En dónde se sostienen? Es una pregunta angustiante para un adolescente, y él le pide a sus padres que no lo abandonen frente a todos estos interrogantes.
Los jóvenes intentan ser cada vez más independientes, a la vez que reclaman el apoyo y afecto de sus padres. En el acto de confrontarlos, el adolescente reclama su presencia y busca un límite a sus actos, un organizador, un elemento de orientación.
El entorno familiar debería colaborar con su fortalecimiento. Cuando un adolescente no recibe un límite, una prohibición, cuando todo está permitido, casi desde un lugar de hedonismo, muchas veces el límite se busca en sustancias de consumo. El objeto del consumo (droga, alcohol, internet) ocupa ese lugar de la prohibición faltante, dado que es interpretada por el adolescente como falta de amor. Allí donde haya un adolescente que confronte deberán existir padres que respondan a ese enfrentamiento, organizando el caos de sensaciones corporales y psíquicas que lo inundan. Los jóvenes tienen que vérselas con su sexualidad, con la droga, con su propio cuerpo que cambia. ¿En dónde se sostienen? Es una pregunta angustiante para un adolescente, y él le pide a sus padres que no lo abandonen frente a todos estos interrogantes.
¿Qué papel juega el grupo de pares en el adolescente? Una característica fundamental de esta etapa vital es la búsqueda de pertenecer a un grupo de pares. Son esos pares los que van a adquirir el rol que los padres han tenido en la niñez. El grupo de pares aporta elementos de identificación, se crean consignas comunes que identifican al adolescente con el grupo al que pertenece. Muchas veces se escucha decir a los jóvenes que su inicio en el consumo de sustancias estuvo marcado por una necesidad de pertenecer: “Los otros lo hacen y yo lo hago también”, como búsqueda de un lugar otorgado por otros, frente al desprendimiento paterno. En otras oportunidades, la sustancia de consumo, por ejemplo el alcohol, sirve como elemento desinhibitorio para el encuentro con el otro sexo. |
¿Cómo pensar las adicciones en relación a los lazos con otros?
En la adolescencia, la sexualidad pulsa, retorna de un período de latencia buscando satisfacción. El encuentro con el otro se vuelve problemático y el alcohol u otro objeto de consumo aporta la cuota para animar al adolescente a dicho acercamiento. Ahora bien, cuando dicho consumo pasa de ser ocasional a ser permanente, cuando la posibilidad de hacer lazos con otros se ve coartada y en su lugar surge el aislamiento o el vínculo exclusivo con pares en la misma situación, ya no hablamos de consumo, sino de adicción.
En la adolescencia, la sexualidad pulsa, retorna de un período de latencia buscando satisfacción. El encuentro con el otro se vuelve problemático y el alcohol u otro objeto de consumo aporta la cuota para animar al adolescente a dicho acercamiento. Ahora bien, cuando dicho consumo pasa de ser ocasional a ser permanente, cuando la posibilidad de hacer lazos con otros se ve coartada y en su lugar surge el aislamiento o el vínculo exclusivo con pares en la misma situación, ya no hablamos de consumo, sino de adicción.
¿Cuál es la diferencia entre consumo y adicción?
Consumo no es sinónimo de adicción. Esta última se instala cuando el objeto de satisfacción se vuelve el único lazo que el sujeto mantiene, aboliendo todos los demás. Pueden surgir conductas lindantes a lo delictivo, como por ejemplo, robar o hurtar para comprar la sustancia. El adicto se caracteriza por la impulsividad, allí donde no hay pensamiento que medie entre la búsqueda y el acto; allí no hay límites ni prohibiciones pasibles de ser toleradas, sólo la búsqueda inmediata de la satisfacción deseada. Por tal motivo, es fundamental que los padres mantengan un diálogo fluido con sus hijos, los escuchen, le pongan límites, prohíban. La prohibición no es un castigo, por el contrario, es un ordenador, marca un camino a seguir.
Consumo no es sinónimo de adicción. Esta última se instala cuando el objeto de satisfacción se vuelve el único lazo que el sujeto mantiene, aboliendo todos los demás. Pueden surgir conductas lindantes a lo delictivo, como por ejemplo, robar o hurtar para comprar la sustancia. El adicto se caracteriza por la impulsividad, allí donde no hay pensamiento que medie entre la búsqueda y el acto; allí no hay límites ni prohibiciones pasibles de ser toleradas, sólo la búsqueda inmediata de la satisfacción deseada. Por tal motivo, es fundamental que los padres mantengan un diálogo fluido con sus hijos, los escuchen, le pongan límites, prohíban. La prohibición no es un castigo, por el contrario, es un ordenador, marca un camino a seguir.
¿Cómo entra en juego el mercado en la problemática del consumo?
El mercado juega un rol importante en la vida del adolescente. Las publicidades sobre diferentes objetos, tecnología, cigarrillos, alcohol, históricamente han sido dirigidas a los jóvenes, dado que se encuentran en pleno proceso de construcción de una identidad, de elementos que los definan. La visión publicitaria acerca de consumir determinado objeto para pertenecer al sistema, ser un “ganador” con las mujeres o tener el cuerpo perfecto para seducir es formadora de ideologías y pensamientos. Los jóvenes son permeables a estos mensajes, y lo son porque para el adolescente perder el “beneficio de pertenecer” puede llegar a ser fatal.
El mercado juega un rol importante en la vida del adolescente. Las publicidades sobre diferentes objetos, tecnología, cigarrillos, alcohol, históricamente han sido dirigidas a los jóvenes, dado que se encuentran en pleno proceso de construcción de una identidad, de elementos que los definan. La visión publicitaria acerca de consumir determinado objeto para pertenecer al sistema, ser un “ganador” con las mujeres o tener el cuerpo perfecto para seducir es formadora de ideologías y pensamientos. Los jóvenes son permeables a estos mensajes, y lo son porque para el adolescente perder el “beneficio de pertenecer” puede llegar a ser fatal.

¿Qué hacer frente a la problemática del consumo?
Las patologías del consumo, como las adicciones, la anorexia, bulimia, entre otras se instalan allí donde hay un joven librado a su propio albedrío, sin brújula o con la brújula de sus pares adolescentes, tan confundidos y desorientados como él. En este punto, la función no sólo de los padres sino también de la Escuela como formadora de valores tiene una importancia esencial. La posibilidad de llevar a los jóvenes hacia un pensamiento crítico que desnaturalice aquello que ya está dado como hecho, es una herramienta central de la función parental y docente. Lo que es necesario remarcar es que no son el mercado y sus objetos de satisfacción los culpables de las problemáticas actuales, tampoco lo es el imperativo de consumo con el cual el mercado rige a los sujetos, sino que allí donde no se responsabiliza a los niños y adolescentes por sus propios actos, allí donde no se limita esa búsqueda inmediata de satisfacción porque es intolerable la falta (de los padres que quieren colmar al niño, y del niño que, en tanto tal, exige), allí donde el “prohibido prohibir” se instala con fuerza, los niños y jóvenes quedan expuestos a su propia soledad. Allí donde no hay diálogo, donde no hay palabra, surge el acto en su forma más descarnada. Nuestro desafío como profesionales, como sociedad, es no quedarnos callados.
Las patologías del consumo, como las adicciones, la anorexia, bulimia, entre otras se instalan allí donde hay un joven librado a su propio albedrío, sin brújula o con la brújula de sus pares adolescentes, tan confundidos y desorientados como él. En este punto, la función no sólo de los padres sino también de la Escuela como formadora de valores tiene una importancia esencial. La posibilidad de llevar a los jóvenes hacia un pensamiento crítico que desnaturalice aquello que ya está dado como hecho, es una herramienta central de la función parental y docente. Lo que es necesario remarcar es que no son el mercado y sus objetos de satisfacción los culpables de las problemáticas actuales, tampoco lo es el imperativo de consumo con el cual el mercado rige a los sujetos, sino que allí donde no se responsabiliza a los niños y adolescentes por sus propios actos, allí donde no se limita esa búsqueda inmediata de satisfacción porque es intolerable la falta (de los padres que quieren colmar al niño, y del niño que, en tanto tal, exige), allí donde el “prohibido prohibir” se instala con fuerza, los niños y jóvenes quedan expuestos a su propia soledad. Allí donde no hay diálogo, donde no hay palabra, surge el acto en su forma más descarnada. Nuestro desafío como profesionales, como sociedad, es no quedarnos callados.